Ya no hay manera de auditar los ingresos petroleros y saber en qué se gastan. El presidente del Banco Central de Venezuela, Nelson Merentes, se quejó en su último discurso que recibió 36.725 millones de dólares, es decir, sólo el 41 por ciento del total de divisas provenientes de las exportaciones petroleras.
La producción nacional —no petrolera— ha ido cayendo gradualmente a medida en que el gobierno ha ido expropiando y confiscando empresas y fincas productivas. Antes de Chávez en 1998 Venezuela importaba el 30 por ciento de sus alimentos, ahora importa el 70 por ciento de lo que consume. Pero lo peor es que lo que importa se pierde porque se pudren los alimentos y aumenta la escasez. Harían falta un 15 por ciento más de producción de alimentos básicos de la dieta del venezolano: leche, azúcar, harina de maíz, aceite, carne de ternera y de pollo, sardinas, registran una escasez crónica en los supermercados.
La inflación ha oscilado entre 25 y 27 por ciento, la más alta de América Latina. La verdadera causa del fracaso del Gobierno en la política de producción y abastecimiento de alimentos, es pretender sustituir los sistemas existentes de producción por un sistema de producción colectiva, que fracasó el siglo pasado en todos los países que lo pusieron en práctica.
En la medida en que el Gobierno sustituye al sector privado en la producción, en la importación de alimentos y materias prima y en la manufactura y comercialización, se manifiesta un crónico desabastecimiento. El 95% de las tierras tomadas por el Gobierno no producen. El caso de la española Agroisleña es patético, ya que esta empresa se encuentra en situación de ruina y sin capacidad para atender a los productores
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