Fecha de publicación:
14/2/2010
El proyecto de reforma de la Constitución bolivariana de 1999, que los venezolanos rechazaron en el referendo de diciembre del 2007, tenía como objetivo prioritario legitimar la reelección indefinida del presidente Hugo Chávez.
Pero en su artículo 153 abría las puertas a una futura confederación cubano-venezolana.Hacía tiempo que el comandante Chávez venía diciendo, sin titubeos, que «Cuba y Venezuela son una sola nación con dos presidentes».
La idea no sería mal acogida por una buena parte de los cubanos, ya que desde que se quedaron sin el mecenazgo soviético, han podido sobrevivir gracias a la generosa ayuda de Caracas. No se puede decir lo mismo de los venezolanos, acostumbrados a vivir en democracia, en un país con unos recursos naturales y un potencial de riqueza que, bien repartida, les permitiría nadar en la abundancia.
La pasión reverencial que Chávez ha sentido por el líder de la revolución cubana, Fidel Castro, desde que se postuló como salvador de la patria ha sido jubilosamente acogida por aquel. Había un más que comprensible interés material -los más de 100.000 barriles de petróleo que recibe a diario son vitales para la supervivencia de Cuba y del régimen-, pero, a juicio de quienes lo conocen bien, también porque era una oportunidad única de hacer realidad su sueño imposible de los años sesenta: exportar la revolución cubana al resto de América Latina.
Si en los sesenta Fidel Castro, para poner el pie en Venezuela, envió guerrilleros, en los años noventa los cambió por personal sanitario y entrenadores de béisbol. Los sanitarios son la base de la misión Barrio Adentro, una de las más rentables electoralmente par Chávez, que le permitió llevar la sanidad a los ranchitos de la periferia de Caracas y al interior del país.
Al mismo tiempo o incluso antes, llegaron los cooperantes del G-2, el servicio de inteligencia cubano, que formaron y forman su guardia pretoriana de seguridad.
60.000 cubanos
En los once años que Chávez lleva en el poder la nómina de cubanos en Venezuela -civiles y militares- ha crecido vertiginosamente. Luis Alfonso Dávila, ex presidente del Congreso, que hasta hace poco fue cercano colaborador de Chávez, estima en 60.000 el número de cubanos en Venezuela. Cerca de la mitad trabajan en las áreas de salud y deportes. El resto, en el manejo de unos 200 acuerdos de cooperación bilateral que involucran a decenas de ministerios, empresas y entes estatales.
En sus manos están los servicios de notarías y registros públicos, así como el Sistema Nacional de Identificación, que se encarga de la expedición del DNI y el pasaporte, instrumentos claves para el control de la ciudadanía.
Infraestructuras obsoletas
Las fabulosas rentas obtenidas por Chávez con el petróleo desde su llegada al poder -encontró el barril a 7 dólares y llegó a venderlo a 170- no se invirtieron en la renovación de las infraestructuras, sino en política exterior , por más que diga que los dedicó a construir viviendas, hospitales, escuelas y redes de transporte. El 19 de marzo del 2007 se le cayó el viaducto de la Trocha, en la autopista que une la capital con el puerto de La Guaira y el aeropuerto internacional de Maiquetía, por falta de mantenimiento.
De un tiempo a esta parte, Venezuela sufre una grave escasez de energía eléctrica, debido a la falta de inversiones, el pésimo mantenimiento y la sequía que afecta a la principal central hidroeléctrica del país.
El Gobierno ensayó, sin éxito, todo tipo de planes de racionamiento. El problema, según los expertos, es de tal envergadura que en tres meses se producirá un apagón que puede durar días o semanas y colapsar el sistema bancario, los semáforos, las gasolineras, la producción y conservación de alimentos, la industria petroquímica y otros sectores básicos de la economía del país.
Para afrontar la situación, lo que se le ocurrió a Chávez -hay quien dice que la iniciativa fue del propio Fidel- fue mandar a Caracas al comandante de la revolución castrista Ramiro Valdés. Chávez, apelando a «la experiencia acumulada por los cubanos en materia de apagones», lo presentó como coordinador de una comisión técnica que va a resolver los problemas de energía en Venezuela.
El anuncio de su llegada y el rechazo de sus planes fueron el detonante, según fuentes castrenses, de la dimisión del vicepresidente y ministro Defensa, Ramón Carrizález, hasta entonces un incondicional de Chávez.
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