CAPRILES CORAZON DE VENEZUELA

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CAPRILES CORAZON Y FUTURO DE VENEZUELA

lunes, 27 de julio de 2009

Chávez, la mano que mece la cuna en Honduras

Por: José de Córdoba-WSJ, el lunes, 27 de julio de 2009
La crisis de Honduras podría ser la punta de un iceberg que se formó en toda la región, donde bajo la superficie existe una tendencia creciente de un grupo de gobiernos a manejarse en medio de la autarquía y a usar la democracia para violentar principios democráticos.

"Venimos sin armas. Vengo en paz", dijo Zelaya, al estrecharle la mano a un oficial del ejército hondureño, antes de regresar a Nicaragua.



Durante las celebraciones del Día de la Independencia hondureña, el pasado 15 de septiembre, el entonces presidente Manuel Zelaya compareció para participar en un ritual tradicional que festeja la unidad nacional. Pero en vez de limitarse a seguir el protocolo y gritar "Viva la Independencia, Viva la República", esa vez Zelaya agasajó a su audiencia con una diatriba de 15 minutos contra el capitalismo.

"Los empresarios y las oligarquías criollas corruptas son las responsables del atraso de casi dos siglos porque impulsan un sistema económico neoliberal injusto que explota al hombre y a nuestras riquezas naturales", exclamó el mandatario. El ataque de Zelaya fue recibido con abucheos y gritos de "¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!"




Obligado por los militares a salir del país el mes pasado, Zelaya volvió a Honduras el viernes y el sábado. El viernes, seguido de reporteros y hablando por su celular, cruzó la frontera desde su exilio nicaragüense. Caminó hasta la oxidada cadena que separa a los dos países, la levantó y dio unos pasos en su tierra de origen.

"Venimos sin armas. Vengo en paz", dijo Zelaya, al estrecharle la mano a un oficial del ejército hondureño, antes de regresar a Nicaragua bajo la amenaza de una detención inmediata por parte del gobierno provisional de Honduras.

El sábado, volvió a la frontera y anunció que acamparía allí, pese a las insistencias de los mandatarios extranjeros para que no provoque un enfrentamiento con el gobierno que lo expulsó.

"Nos vamos a mantener firmes", le dijo Zelaya a la multitud, quejándose de que el gobierno interino no le ha permitido reunirse con su familia a la que no ha visto desde que fue obligado al exilio a punta de pistola el 28 de junio.

El domingo, Zelaya seguía acampado al borde de la frontera, en territorio nicaragüense. La única buena noticia que recibió durante el fin de semana es que el ejército dijo en un comunicado que acataría cualquier solución legal a la que lleguen los poderes civiles.

Este conflicto supone uno de los giros más recientes en una crisis regional que sólo parece agravarse y que es más complicada de lo que parece. Puede que el episodio parezca una réplica de una época tragicómica de la historia latinoamericana en la que los presidentes a menudo eran derrocados con golpes militares.

Así ha sido como ha respondido de momento el gobierno estadounidense de Barack Obama, que ha votado con la Organización de Estados Americanos para que Honduras sea suspendida y que Zelaya sea rehabilitado.

Sin embargo, un análisis más profundo del período de Zelaya en la presidencia revela matices de un fuerte carácter antidemocrático. El mandatario se situó a sí mismo en un grupo creciente de presidentes latinoamericanos electos que han intentado mantenerse en el poder más allá del tiempo designado, con el fin de imponer una agenda populista de izquierda.

Estos líderes, encabezados por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se han aprovechado de las desigualdades históricas de la región para ganarse el respaldo de los pobres, aunque con eso han creado profundas divisiones en sus sociedades al concentrar el poder en sus manos y aumentar el control del gobierno sobre la economía, los medios de comunicación y otros sectores.

Zelaya, un ex ganadero y empresario del negocio de la tala de 56 años, se unió a este grupo, que incluye a Chávez; Rafael Correa, en Ecuador; Evo Morales, en Bolivia; y Daniel Ortega, en Nicaragua. La semana pasada, Ortega planteó la intención de convocar un referéndum para reformar la Constitución de Nicaragua con el fin de permitir su reelección de forma indefinida, algo que Chávez ya ha logrado en Venezuela.

Fue un plan similar el que arrastró a Honduras a esta crisis. En el último año, Zelaya dirigió un proyecto de reforma constitucional para abolir los límites al mandato presidencial. En el día de su expulsión, planeaba un referéndum para convocar una Asamblea Constituyente pese a que el plebiscito ya había sido declarado ilegal por la Corte Suprema.

"Esto es un enfrentamiento que determinará si el modelo chavista triunfa o no", dice Moisés Starkman, un asesor de Zelaya en proyectos especiales y que ahora trabaja para el gobierno interino con las mismas funciones.

El pasado de Zelaya apenas sugiere que fuera a convertirse en un símbolo internacional como un líder elegido democráticamente y derrocado por la fuerza. Zelaya es originario de Olancho, un estado violento y machista dominado por terratenientes pistoleros que controlan grandes haciendas. Su familia, involucrada en los negocios de ganadería y de madera, ha sido durante décadas una de las fuerzas más destacadas de Olancho.

Uno de cuatro hermanos, Zelaya disfrutó de una juventud propia de un príncipe feudal. El incidente que cambió su vida cuando tenía 23 años fue el juicio en 1975 de su padre, José Manuel, condenado a 20 años de prisión por ayudar al ejército a torturar y asesinar a 14 activistas rurales, incluidos dos sacerdotes. Sin embargo, Zelaya padre fue puesto en libertad apenas un año después de ser encarcelado gracias a una amnistía general.

Durante su encarcelamiento, Zelaya visitó a su padre en numerosas ocasiones. Incluso llegaba a dormir en la prisión, recuerda Víctor Meza, el último ministro de Gobernación y Justicia de Zelaya. "Eso lo marcó", dice.

De joven, Zelaya nunca mostró fuertes tendencias ideológicas. Dirigía el negocio familiar y llegó a convertirse en el director de la asociación de empresas más importante del país. También fue ascendiendo los peldaños en el Partido Liberal, el partido más antiguo e importante del país.

Sus colegas aseguran que Zelaya es desorganizado y que carece de una educación formal pero que tiene un instinto casi animal para la política. "Viene de ordeñar vacas y de repente está dando discursos ante las Naciones Unidas", apunta Meza.

Tras un fallido intento en 2001, Zelaya ganó las elecciones presidenciales de 2005 por un margen mínimo. En su discurso inaugural, tiró las notas que había preparado e improvisó. "Eso acabaría siendo una señal de cómo dirigiría su gobierno", dice Miguel Calix, un politólogo hondureño.

En su primer año de mandato, Zelaya no parecía tener demasiadas inquietudes ideológicas. Viajó mucho y cultivó una fama de derrochador. En su segundo año, Zelaya reestructuró su gobierno. Además de la creciente influencia izquierdista en su gabinete, la crisis económica también los empujó hacia ese lado del espectro político. En 2007, Honduras fue duramente golpeada por el alza récord en los precios del petróleo. El país importa todo el combustible que consume y carece de capacidad de refinamiento. Eso significa que cuatro compañías —Chevron, Exxon Mobil, Royal Dutch Shell y la local Dipsa— controlan el mercado. A medida que los precios escalaban, Honduras se vio obligada a subir los precios de la electricidad y racionar la energía.

Al principio, Zelaya, desesperado, intentó rebajar los costos de las importaciones al comprar crudo al por mayor, pero el plan fracasó porque el gobierno no disponía de instalaciones de almacenamiento. Por eso, en 2007, Zelaya decretó un recorte en los precios del combustible. Pero eso se tradujo en reducción de suministro. A mediados de 2008, las petroleras amenazaron con cancelar todas sus inversiones en Honduras.

En su lucha contra las petroleras extranjeras, Zelaya se topó con una oferta de Chávez de crudo barato. Pocos se opusieron a la entrada del país en el pacto venezolano (conocido como Petrocaribe) cuando el Congreso lo aprobó en marzo de 2007. Desde entonces, Petrocaribe le ha ahorrado US$126 millones al gobierno de Honduras.

Zelaya, quien al principio había mantenido la distancia con Chávez, se vio rápidamente integrado en el férreo abrazo venezolano. "Se hacen bromas, por eso se llevan tan bien", señala Meza.

El mandatario hondureño no tardó en adoptar la retórica explosiva venezolana. En agosto, Zelaya se unió al ALBA: el pacto comercial y político de nueve países que Chávez diseñó para contrarrestar la influencia de Estados Unidos en la región. Sus otros miembros incluyen a Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua.

Al igual que Chávez, Zelaya se encontró con la oposición de todas las instituciones del país. Obligado por la Constitución a presentar un presupuesto ante el Congreso antes del 15 de septiembre, el mandatario se negó bajo argumentos de que la crisis financiera le imposibilitaba hacer las cuentas.

"Éramos buenos amigos. Pero cambió drásticamente", lamenta el Cardenal Oscar Rodríguez, considerado un importante mentor de Zelaya. "Fue (culpa de) Chávez", concluye.

Otros allegados empezaron a notar cómo Zelaya empezaba a adoptar otros rasgos del presidente venezolano, incluida la megalomanía. Al igual que Chávez, Zelaya a menudo se apoderaba de todas las transmisiones de televisión para emitir largos discursos.

Lo que realmente creó el enfrentamiento entre Zelaya y la mayor parte del sistema hondureño fue lo que muchos de sus habitantes han descrito como su descarada campaña para perpetuarse en el poder, al reformar la Constitución para permitir su reelección.

Después de que la Corte dictaminara que el referéndum era ilegal y el ejército se negara a ayudar a repartir las papeletas de votación días antes de la consulta popular, Edmundo Orellana, ex ministro de Defensa y un amigo cercano de Zelaya, le dijo al presidente que no podía actuar en contra de una orden judicial. Por ese motivo, renunció. Aun así, reconoce que la acción de los militares de exiliar a Zelaya constituyó un golpe de Estado. "Es lo peor que podría haber pasado

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